¿Te apetece una sidra?

Para no entrar en debates inútiles acerca de qué sidra es mejor, si la asturiana o la vasca, nos quedaremos con la certeza de que ambas son una bebida natural. Y de que gracias a ella los intrépidos marinos vascos que hace cinco siglos se aventuraron a cazar ballenas en Terranova… ¡no sufrieron el azote del escorbuto! ¿Por qué? Antes de descubrirlo veamos qué diferencia a estas dos sidras. El tipo de manzana empleado, la acidez y el proceso de elaboración (aquí se prensa más veces la manzana y en Asturias se trasiega el zumo). Hay muchísimas variedades autóctonas de manzana, pero la Asociación de Sidrerías de Gipuzkoa y la Diputación Foral recomiendan emplear 14, Aritza, Errezila, Gezamina, Goikoetxe, Manttoni, Moko, Mozolua, Patzolua, Txakala, Udaremarrroi, Urdin, Urtebi haundi, Urtebi txiki y Frantzes Sagarra o Verde agria. En su combinación reside el secreto de una buena sidra.

¿Qué virtudes tiene la sidra, sea cual sea su origen?

  1. Es muy digestiva
  2. Nos protege de las enfermedades del corazón (desamores no, dolencias cardiovasculares y coronarias) porque su contenido en pectina ayuda a prevenir el infarto de miocardio y la arteriosclerosis
  3. Tiene muy pocas calorías. Un vaso de sidra con un 5% de alcohol tiene unas 50 calorías.
  4. Reduce el colesterol malo (LDL) y aumenta el bueno (HDL)
  5. Tiene muchos minerales (potasio, zinc, magnesio, fósforo y sodio) y vitaminas del grupo B2 y vitamina C.

Y… sí, amig@s. Lo habéis adivinado. ¡Este último es el motivo por el que contribuyó en buena medida a mantener la salud de los marineros vascos hace siglos!

Allá por el XVI, cuando la actividad ballenera tradicional había desaparecido en las costas vascas, no fueron pocos los marinos que se arriesgaron a surcar el Atlántico hasta las frías aguas de Terranova, hoy territorio canadiense. En aquella época, el escorbuto era una de las enfermedades que más se cebaban con los marineros. Una dieta muy baja en vitaminas tenía la culpa. La travesía de nuestros puertos a Terranova duraba dos meses, y la fruta y la verdura no son productos que se conserven bien en el tiempo, así que la alimentación de nuestros balleneros consistía en cecina, tocino, bacalao, bizcocho y queso. El caldo de ave también mejoraba el cuerpo y el espíritu de los enfermos. Y dentro de la dieta líquida, los marinos vascos apostaban por la sidra. Su alto contenido en vitamina C les libró en muchos casos de contraer escorbuto y, por extensión, de la muerte. Y les alegró, por supuesto, aquellas ocho semanas de travesía cruzando el Atlántico.