El kalimotxo y la joya

Para unos cuantos, situados preferentemente en estratos de edad inferiores a la cuarentena, se trata de la bebida comodín. Engrasa encuentros de viernes y sábados con amigos, arranques prometedores de jornadas nocturnas que se prevén interminables y repostajes periódicos y continuados en recorridos de txosna en txosna. Mucho se ha escrito, debatido y tratado de dilucidar acerca del origen de un combinado ciertamente simple que mezcla en proporción de 1:1 la bebida más icónica y ubicua del mundo y el jugo extraído de vides bajo denominaciones de origen diversas. Los vascos, que tenemos un consistente apego a reivindicar lo nuestro, nos hemos adjudicado su invención. Circula por calles digitales y redes una leyenda que asegura que en las fiestas del Puerto Viejo dos amigos de Algorta, para evitar que se perdieran unos cuantos litros de vino en la txosna, valoraron la posibilidad de hermanarlo con Coca-Cola y disfrazar el punto ácido del caldo con ese dulzor invasivo. Lo hicieron. ¿Cómo se llamaban los amigos? Uno, Kalimero. El otro, Motxo. No es necesario explicar más. Parece que a partir de ese instante de lucidez extrema y durante la década siguiente y posteriores, esta bebida popular que tanto soporta tetrabrick como crianza, pero que se crece, lógicamente, a mayor calidad del caldo, atravesó fronteras territoriales y distancias oceánicas. Tanto como para colonizar de la mano de nuestra emprendedora diáspora pueblitos y ciudades uruguayos, argentinos, mexicanos… y por supuesto, ¡Idaho! Allí, en Boise, donde cada año celebran un Jaialdi multitudinario capaz de multiplicar la nostalgia del terruño por mil y reducirla a cero sucesivamente entre vinos, pintxos, txistus, aurreskus y pañuelos de arrantzale es donde cató el kalimotxo Eilen Jewell. Esta mujer de voz y cadencia envolventes que hace honor a la traducción de su apellido (“joya”), y que compone, canta y navega a toda vela por el blues, el country y las melodías de raíz americana, tituló así un tema instrumental que suele sacar a pasear en sus conciertos. Como en los que ha ofrecido en el Kafe Antzoki de Bilbao los últimos años. Kalimotxo! ¡Salud!