Si pagas… ¡te libras de la mili!
by
Maite Esparza

¡Verdadero! En el siglo XIX era muy habitual que el joven que cumplía el servicio militar combatiera en una guerra en la que terminara contrayendo una enfermedad, por falta de higiene o por las condiciones del país donde se desarrollaba el conflicto bélico. También que resultara herido o muerto. Así que las familias hacían todo lo que estaba a su alcance, incluido endeudarse hasta el fin de sus días, para evitar el servicio militar a sus hijos en una guerra de Ultramar.
No hay que olvidar que en aquel momento la mili podía durar hasta 6 años, y que cumplir con esta obligación suponía muchas veces combatir en una guerra, como la que enfrentó a los reinos de España y Marruecos a mitad del siglo XIX durante 7 meses. De los 45.000 hombres que lucharon en este conflicto unos 4.000 perdieron la vida, la mayoría por haber contraído el cólera, y otros 5.000 resultaron heridos. No está mal…
Las leyes permitían dos modos de evitar el servicio militar:
- Redención. Esta posibilidad comenzó a existir a partir de una ley de 1851. Abonando 6.000 reales podía uno olvidarse de la milicia. Cantidad considerable, porque un fusil costaba 230 reales. Equivaldría hoy a ¡unos 18.000 euros! No todo el mundo es capaz de hacer frente a ese gasto sin pedir un crédito… Así ocurría también hace siglo y medio.
- Sustitución. La ley de 1856 la autorizó. Permitía que otra persona cumpliera con el servicio militar del quinto. A lo largo del siglo XIX las sucesivas reformas legales fueron concretando quién podía sustituirle, variando el grado de parentesco y el ámbito geográfico en que era posible llevarla a cabo. Para los jóvenes destinados a Ultramar siguieron vigentes las dos posibilidades.
Maite Esparza
Periodista, escritora, guionista