¿Qué esconde el fuego?

Además de hipnotizarnos, purificar y destruir restos que queremos hacer desaparecer, el fuego tiene otro poder oculto… En nuestra sociedad hace décadas que la mayoría cocinamos con vitrocerámicas, placas eléctricas o gas natural y nos calentamos gracias a radiadores que emplean diversos tipos de energía, pero hace no tanto en cada casa había una chimenea que cumplía esa doble función. Hoy siguen existiendo en caseríos y en pisos de algunos urbanitas que echan de menos esa fuente de calor natural que nos conecta con nuestra versión más primitiva, pero ya no son un elemento básico de todo hogar. Entre los siglos XV y XVIII, además de caldear estancias y alimentos el fuego contaba muchas cosas. Por ejemplo, era un indicador de las unidades familiares que había en un pueblo, villa o ciudad. ¿Quién necesitaba esta información? ¡Los recaudadores de impuestos! Y ya se sabe que, fueran señores o administraciones públicas los beneficiarios… esta es una de las actividades en las que más celo se pone. En la Edad Media este censo de contribuyentes se hacía a través de las fogueraciones. Gracias al censo de los fuegos se conocía el número de hogares que había en un pueblo, villa o ciudad y sus inquilinos. Así que ejercía también el papel del actual padrón. Se entendía que por cada unidad familiar y vivienda, existía un fuego, algo básico, como decíamos, para calentar la casa y el agua y cocinar los alimentos. Así, las fogueraciones se convertían en el registro imprescindible para cobrar impuestos directos. ¿Tenéis curiosidad por conocer esos documentos tan antiguos? ¿Queréis localizar así a vuestros familiares lejanos en el tiempo? Los encontraréis en diversos archivos vascos.